El sol y la luna

Ilustración: Javier Berján

El Sol y la Luna


«Según los escribanos del universo, unas estrellas de más, celosas del amor entre el Sol y la Luna, jamás contempladas en las alianzas nupciales de los dos astros, develaron la traición… Un rumor mezquino susurraba en el universo que la Luna acababa de parir los luceros que centelleaban en el firmamento… El Sol, conmocionado en su irradiante amor, se alarmó y puso en confesión a su señora. Con toda razón,  lo que se comentaba pasaba de castaño a oscuro.  
La Luna derramó su duelo en perdones y puso de testigos al Viento, la Lluvia, la Nube y el Relámpago. La indagacion tardó mucho tiempo. Tratándose de un problema delicado, nadie deseaba mezclarse en asuntos de esa clase.
El tribunal de los cielos, en consecuencia, fue implacable condenandolos eternamente a una inminente separación. Continuarían su existencia como astros que definen la noche y el día, pero nunca jamás retornaría ese momento esencial: esa génesis del amor en la que ambos se miran mutuamente.
Por eso tan apasionantes son los crepusculos y las alboradas. Ese momento que da la hora dorada comienza cuando los resplandores todavía susurran, acarician y rasguñan tiernamente su encuentro con las sombras persiguiéndose eternamente… Hasta que los amantes se relevan y se rebelan, se besan y se envician, y huyen felizmente de la terrible condena, en el místico y fugaz eclipse»