«El Duende»
Ilustración: Javier Berján
Levantisco
Cabezón y vestido de taparrabos, con el cuerpo seco, se dice que es capaz de remontar cumbres y lomas sin cansarse, vadear torrentes y luchar con las tempestades, mover peñascos y resistir como las bestias.
Acompañado de un bastón de oro que le sirve de apoyo en los trances difíciles, de puente en las hondonadas y de escabel para saltar en los momentos de peligro, toma agua de una concha de nácar. Para complementar su indumentaria, agréguese el uso de un anillo de color indescifrable, hecho con despojos de amores. En él dizque brillan uñas y criznejas de mujeres, sudores y llantos de muchachas frescas y lozanas.
Duerme en las puntas de las agujas, en los huecos de las tinajas, en los rincones oscuros.
Para seguir a su elegida, vela en los pajonales, en los aleros de los ranchos, en el filo de las sementeras. Puede permanecer en los tejados, en la mugre de los gallineros, encima o detrás, abajo o distante de los árboles, ahí donde empieza la nada o crecen los sembrados.
Vino para ser libre, para moverse a sus anchas en estos andurriales que domina con malabares y humo, con temor y espanto, con promesas y requiebros malsanos que perturban los sentidos. Gusta de calentar su vida con el afecto de las mujeres bonitas y sus conquistas están señaladas con figuras estatuarias, con recuerdos de damas airosas de ojos rutilantes para poder dar con la belleza de un cuerpo.
Texto: Sebastián Villanueva
Inspirado en : Leyendas del bajo chocó, Rogerio Velasquez M.